jueves, 23 de diciembre de 2021

Querida Navidad: Gracias por tanto, aunque no crea en tí

diciembre 23, 2021 0 Comments

Photo by cottonbro from Pexels
 

Desde siempre, sé que desde siempre no he creído en ella. De hecho, nunca creí en todo ese cuento de la virgen, el milagro, el pesebre nada de eso. Pero, crecí en un hogar católico, con familiares católicos y por 13 años fui a colegio católico y entre las monjas y la familia no había opción.

Excepto por ese pequeño detalle, yo amo la Navidad. Las memorias más hermosas de mi niñez, los momentos más hermosos de compartir con gente amada, los eventos familiares que más atesoro, la vibra más chispeante de mi nación, la capacidad temporal de la empatía y solidaridad de la gente, por eso y por muchas otras cosas amo la navidad.

El aprendizaje más grande para mí ha sido, la tolerancia hacia lo que no creo, y la empatía de no juzgar a los que si creen en ella desde el aspecto religioso. Así que sin creer (del creer de creer en la religión cristiana) me parecen hermosas las misas de aguinaldo, los villancicos navideños, la decoración cristiana alusiva al nacimiento, la tradición familiar de cenar juntos, la solidaridad con los más vulnerables, las llamadas de amigos y familiares, las postales que todavía llegan y los rostros de alegría de los que verdaderamente creen en ella.

Querida Navidad:

Gracias por los recuerdos más hermosos y los más dolorosos.

Gracias por las luces de mi árbol navideño, el cual mi madre nos enseñó a mirar desde el suelo y hacia arriba, justo debajo de él.

Gracias por las noches de envolver regalos para mis hermanas, por la adrenalina de esconder juguetes sin que ellas supieran.

Gracias por las canciones cristianas cuya letra recordare toda mi vida.

Gracias por el recuerdo del olor a pino.

Gracias por la disciplina de todo el año para que el viejo gordito me trajera regalos.

Gracias por la leyenda de los reyes magos que mi padre pintó para mí en orión.

Gracias por tantas fotos de amigos y familiares disfrutan lo más sencillo.

Gracias por las risas frente a un plato típico y una mesa llena de familiares.

Gracias por la oportunidad de regalar a los que no tienen.

Gracias por la imagen eterna en mi mente de mi padre con luces de colores en mano, de mi abuela con su rosario, de mis primos con sus juegos, de mis hermanas con sus muñecas y de mi madre en la cocina puesta para a tradición preparando un manjar.
         

domingo, 26 de septiembre de 2021

Te esperaba, pero no estas.

septiembre 26, 2021 0 Comments


Photo by Edu Carvalho from Pexels

Me he bajado del Uber con mucha dificultad. Maleta grande, baúl pequeño. Mi conductor no hizo ni un gesto para ayudarme, en fin, lo normal. No bien había echado una breve mirada a la casa y mi Uber ya había desaparecido.


“La casa está intacta”, decía para mis adentro repasando con la mirar cada flore del jardín. Arrastrando a Karma (así le he llamado a mi maleta) lentamente, camine hasta la puerta he hice sonar el timbre. Había hecho esto tantas veces, sabía como funcionaba. El timbre sonaría y acto seguido Rico ladraría descontroladamente, sería el primero en asomarse. Le seguirían los pasos lentos y pesados de mi abuela, su risa y su particular “nena ¿que tú haces aquí”, porque siempre he llegado sin avisarle. 


Ahí estaba yo, pasada las una de la tarde, sofocada con el sol veraniego pegando duro en mi rostro, mi cubre bocas empapado de sudor. “Paciencia ten paciencia”. Cinco minutos después, seguía esperando por ella. “¿Qué pasara que abuela no abre la puerta? Estaba lista para desafiar una vez más las normas, y comenzar a gritarle como una parcelera “abuela, abre la puerta”. Un escalofrío me recorrió desde la cabeza y hasta la espalda.    


No tenía que seguir esperando, ese escalofrío me hizo realizar que hacía hace un año que mi abuela había muerto. Y yo, aún en el sol, esperaba verla abrir esa puerta, como en los viejos tiempos. Respire pesado, y las lagrimas me atacaron. Agarré el móvil y llame a la casa “ábreme tía que estoy en la puerta”.    


lunes, 10 de mayo de 2021

El cuaderno de viaje

mayo 10, 2021 0 Comments

 




“Llévatelo para tu viaje y escribe un libro”, fue lo último que escucho antes que la llamada terminara. Palabras sabias la de su amiga, escritora consagrada y quien era capaz de hacer una historia de cualquier detalle. Así fue como comenzó la aventura del último cuaderno que le regalara sabe Dios quien, en la fiesta de su cumpleaños número cuarenta. 


“Cuando cumples cuarenta lo menos que te interesan son los regalos, o al menos a mí no me interesan”, comentaba entre risas con sus hermanas. Para ella lo verdaderamente importante era mantener recuerdos inolvidables de sus amigos, familiares y personas amadas. 


Pero este regalo era especial, “quien lo trajo te conoce muy bien”, era el único pensamiento que insistía en su cabeza.  Llego justo a tiempo y con unas palabras muy sabias. Era un cuaderno de piel rosada, encintados crema y con una inscripción bordada en color oro que leía “Solamente haz lo que el corazón te diga": princesa Diana de Gales. El cuaderno venia acompañado de un lapicero con la frase en inglés “Happy”. Así que después de intentar sin éxito localizar quien le regaló semejante belleza, dejo de resistirse y empezó escribir.


Lo pensó tantas veces, pero su autoestima nunca fue lo suficientemente robusta para encontrar algo de importancia o de interés que decir sobre su vida. Parece mentira que llegara a esta edad sin tener la fortaleza y determinación para algunas cosas. Solo para algunas, por qué tomar aquel avión y llegar al puerto de Santa Mónica no me tomo ni un segundo decidirlo. 


Y allí estaba, en aquel restaurante enclavado frente al puerto, con las columnas cubiertas de enredaderas y trinitarias, con una vista al mar imponente y con brisa fresca. Pasaba veloz el mes de julio, veraniego y caliente. Por un momento olvido que estaba del otro lado del mundo y entre el calor y el salitre sintió que estaba en casa. En la isla caribeña con vista al Atlántico. 


Entonces, extasiada contemplaba los transeúntes y la vida de aquel puerto. Festivo, colorido, lleno de muchos idiomas donde muchas culturas se entremezclaban. "Una copa de vino señora", un mesero rompió su burbuja de salitre. Venía vestido muy finamente, ya que el lugar lo ameritaba, pero traía consigo toda la espontaneidad de la cultura californiana, con piercings en las cejas y la boca y cabello marrón y morado. 


Se sonrió como buena cómplice, “tinto por favor, que el blanco es para las niñas que lloran y el tinto para las mujeres que tienen garras", dijo con su inglés roto por el acento boricua. Asintió un poco sorprendido y se retiró.


Buscó su cuaderno sin dueño para ojear algunas líneas que había escrito. Unas palabras por aquí, unas letras por allá. Decidió comenzar a escribir palabras que llegaran a su mente al azar, dejando que su espíritu agitado estallara sin limitarse. Dos lágrimas nublaron su visión del mar, las limpio en fracción de segundos, pero no lo suficientemente rápido para que el mesero no las viera. "Si quiere voy por el blanco", le guiñó un ojo devolviéndole un gesto de complicidad, no tenía opción; sonrió. 


Cuando miró su cuaderno, yo había escrito sin darse aún cuenta la palabra libertad: Libertad. Su espíritu era astuto, sabía que llevaba tatuada esa palabra en su piel. Sabía que las almas libres no tienen miedo, sabía cuánto había luchado por aquel momento de soledad e introspección. Lo sabía ahora pero no lo había sabido siempre. Era mucho lo que le había costado despertar del letargo que fue su vida por mucho tiempo. Salir de lo esperado y ser libre, había costado muchas lágrimas. Ahora valoraba y recordaba cada una de ellas.

©Elsie Y. Jiménez-Todos los derechos reservados 2021


jueves, 4 de marzo de 2021

Luna llena en París

marzo 04, 2021 0 Comments

Foto por Magda Ehlers


Nunca planifique estar en luna llena en París, pero ahí estaba yo. Con las emociones a flor de piel, con un frío capaz de nublar el pensamiento, con la mirada fija en un cielo semi nublado. Hice algunas fotos de turista. Pero la mirada regresaba siempre una vez más hacia arriba; donde estaba mi luna.


En mi corazón sentía esa sensación, ese presagio; de que ya había caminado esas calles. “¡Cuidado, cuidado!” se interrumpe mi trance; el guía nos alerta de los carteristas alrededor. ¡Total! que nada llevaba conmigo que no fuera todo ese peso en el corazón. 


Repaso con la mirada nuevamente la plaza, miles de almas intentan la foto de turista y compran recuerdos. Reviso de nuevo lentamente la escena en la que me encuentro. Pasan en cámara lenta frente a mí tantas cosas, momentos y sensaciones. Tal vez no soy yo, tal vez sea la luna.   


jueves, 11 de febrero de 2021

Compañera de viaje

febrero 11, 2021 2 Comments

Photo by Roberto Nickson from Pexels


Algunos dirían que era muy temprano para un café, en una mañana tan fría, sentada frente a la Fraumünster. Para ella no, el calor y el aroma del café le brindaban la paz y la calma necesaria para seguir. La incertidumbre había comenzado a socavar sus fuerzas.


Había notado como se distanciaba la gente, incluso comenzaba a ver transeúntes cubriendo sus rostros. Solo quedaba mirar a los ojos y sonreír desde adentro. Algunos le entendían, sus ojos llenos de temor también se achicaban. Ellos también sonreían. 


De nuevo volteo a mirar la iglesia. Estaba empeñada en grabarse esa imagen en su mente y quedarse a escuchar las campanadas que marcaban las once de la mañana. ¿Cómo era que un día tan perfectamente soleado podía ser a su vez tan frío? Decidió no analizar más esa pregunta. Tomo su bolso y caminó hacia los canales que bordaban el lago, Ella le seguía. Caminó y caminó.


Al parecer no era la única buscando calor. Ya en la Sechseläutenplatz se habían apostado muchas familias con sus sillas y mantas para tomar el sol. Pocas veces seguía a las masas, pero eran días complicados y solo siguió su instinto.


Se alejó todo lo que pudo en busca de distanciamiento físico y menos bullicio. Necesitaba volver a prestarle atención a todas esas preguntas en su cabeza. Ser una extranjera extraña en tierra de otra lengua tenía sus ventajas. Nadie preguntaba si estaba bien, nadie juzgaba que haría allí en medio de esa plaza con lágrimas en los ojos.


Dio media vuelta para mirar a su compañera de viaje, allí seguía. Hay almas capaces de entender tus silencios, respetarlos y seguirte fielmente. El mas profundo de los suspiros llegó junto con el hambre. “Vamos por la fondue?”, le devolvió la sonrisa, “vamos”.  






miércoles, 20 de enero de 2021

Mañana de otoño

enero 20, 2021 0 Comments



Photo by Tim Douglas from Pexels

El Jazz rompía el silencio; “I got Plenty O’ Nuttin” sonaba inundando mis oídos. Afuera llovía más de lo usual, no era una mañana típica del otoño tropical.


Se ha encendido la maquina de café, la escucho y veo como el vapor ha cubierto al barista; que con su sonrisa pícara confirma que “el cortadito doble está listo”. 


Voces diversas disfrutan del aroma intenso a café. Se ha impregnado en la ropa, las paredes clichosas y mi cabello. Inhalo profundamente disfrutando ese instante irrepetible, único y hermoso. 


Por fin ha llegado a la mesa mi elixir, cierre triunfal sincronizado con Fitzgerald y Armstrong; un sorbo y sonrío, estoy justo donde el universo me necesita.     


miércoles, 13 de enero de 2021

Por las calles de Madrid

enero 13, 2021 0 Comments



Photo by Selim Çetin from Pexels
IG sc._designs

Demasiado tiempo había pasado desde la última vez que pudo pasearse por las calles de Madrid. Ahora sentado en plena Calle Mayor, contando su perdida a un extraño lo entendía. Ha hecho más frío de lo habitual, lo ha notado en la ropa de las transeúntes. Pero el aún siente la intensidad en la piel del país que eligió como destino. 


Son muchos los que han tenido grandes pérdidas humanas en esta pandemia, pero, sin dudas; nadie se prepara ni espera regresar a la patria a enterrar a su madre en una circunstancia tan terrible, cruel, inhumana y dolorosa. 


Ha dejado atrás al extraño; lloraba a un hijo. Ahora necesita caminar un poco más, tal vez llegue hasta la Puerta del Sol. Necesita caminar su ciudad y buscar la mirada de su madre entre la gente. No hay más que hacer. Todo parecía tan distinto ahora, ese espíritu vivaracho y sandunguero de los madrileños estaba apagado. Miraba al cielo y sonreía. 


“¿Cómo he de volver a casa?”, la isla que escogió para emigrar y que sentía como propia le esperaba. “¿Podré regresar con este dolor en mis entrañas?" El ruido del tranvía irrumpió sin piedad, le trajo de regreso al 2020, interponiéndose entre sus ideas y su vulnerabilidad emocional. Se detuvo de repente y miró alrededor para revisar donde estaba. Paseo del Prado leía a su derecha, había caminado lo suficiente para aturdirse. 


Un escalofrío casual lo sacudió. Volteó a mirar a su alrededor, tenía la sensación de que su madre le observaba. Esta vez no se equivocaba, solo que no la veía. 


La niña valiente de Vancouver

Photo by E. Jiménez (A ll rights reserved ) Ella había cruzado dos fronteras con sus hijos para salvarse y para salvarlos de la violencia. L...