Sentada un su sofá mirando hacia la nada, como muchos. Eran días difíciles en el hospital, la pandemia castigaba sin piedad a los mas vulnerables. Mirar a la nada ayudaba a desconectar la mente del cuerpo, el cansancio y la impotencia.
Había decidido mantener la tradición familiar a pesar que la familia no podría reunirse. Se levanto rápidamente, rumbo a la cocina. Ajo, cilantro, cebolla, sal, orégano, comino, aceite y otros trucos. Sin percatarse había replicado la receta de la abuela. Se transporto.
La memoria olfativa la ubicó en la cocina colonial santurcina. Techos altos, baldosas hidráulicas, humedad del trópico, el adobo y su abuela. Suspiró y repaso el encanto de esa memoria. Ladridos provenientes de su patio la devolvieron al presente. Suspiro y las lagrimas le abrazaron; le sonrió a ella, a su abuela. Sabia con certeza que le acompañaba.
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