lunes, 10 de septiembre de 2018

Café en la memoria

septiembre 10, 2018 1 Comments
Y mi café favorito siempre será el de tus ojos
Autor Desconocido


Escribir sin dudas es sanador, pero a veces cuesta muchas lágrimas…. Comencé a escribir estas líneas el 20 de julio y apenas comencé me detuve, más bien el llanto me detuvo. Dos meses para procesar todo lo que sentí pero aquí vamos… espero que lo disfruten.

Café en la memoria

Llegar a las cuatro décadas (con todo y pisadas de fuego al andar como bien lo ha dicho el Sr. Arjona) y poder aun tener a tu abuela con vida más que un privilegio es una hermosa bendición. Mi abuela paterna a sus 96 vueltas al sol todavía nos sorprende.

Por la fragilidad de su edad, intento visitarla al menos una vez por año ya que vive fuera del país. Cada año me despido con el corazón alborotado; con la incertidumbre y el temor a no verle más. En los últimos años por su avanzada edad, su salud se ha deteriorado y sabemos que poco a poco su cuerpo se apaga. Este pasado verano fui a verla, con la advertencia de que su salud se había quebrantado y su memoria ya no era la misma. “No te sientas mal si ella no te reconoce”. Demencia senil le llaman.

Pues eso, llegue y no me reconoció de inmediato. A mi abuelita se le olvidan por lapsos de tiempo los rostros, los nombres, los momentos vividos. Se le olvidan las frases, las palabras y rutinas básicas como las de higiene, belleza y cocina entre otras. Pero también se le olvida el dolor de las perdidas, las despedidas, los sacrificios. Me dedique a observarla por días, las expresiones de su rostro me decían cuando era ella cien por ciento y cuando no. Y descubrí algo muy peculiar, cada día, cada mañana mi abuelita se levantaba y ¡hacía café! ¡Abuela tiene café en la memoria!

No tengo la certeza de volver a verla tal cual, pero si tengo muy clara todas sus historias, todas sus vivencias; como se seca el tabaco al sol y su olor peculiar, como se “esgranan” las habichuelas blancas, lo que cuesta caminar a la escuela sin zapatos, lo que duele la traición, los sacrificios por los hijos, la dureza de la emigración, la textura de las berenjenas con bacalao, el sonido de la danza y son, el aroma de su café "colao" ese que “cuela” cada día. 

Los invito a que dejen a sus viejitos (aka adultos mayores) contar sus historias las veces que quieran, escúchenlos, disfrútenlos, consiéntalos por que todo esto que llamamos vida es temporal. Y cuando digo temporal eso incluye a las personas que amamos.   






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