Amo las mañanas de domingo; silenciosas y calmadas. Enciendo un incienso, me acomodo en el sofá y respiro. A lo lejos, los pájaros exaltados van y vienen con prisa y alegría; me invitan a asomarme al balcón. Abandono el sofá y me regalan una vista lejana al océano, envidiable.
Pasos lentos me llevan hacia la estufa, el café no falta en mi vida. Mientras se consume mi incienso, observo el humo, distraído; impregnando todo el lugar. El silencio es reparador si has hecho las paces contigo mismo.
Sonreír sin motivos es un buen comienzo. Suspiro y voy tras el próximo sorbo. Estos tiempos nos han hecho ser más humildes y vivir con más tranquilidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario