miércoles, 30 de septiembre de 2020

# amiga # amigos

Marcela viaja sola


El mundo fuera de nuestra burbuja se desmoronaba. Y mientras cerraban fronteras y cancelaban vuelos, nosotras caminábamos por Berna a paso lento. Ya no había prisa, estaríamos varadas varios días. 

El frío y el hambre nos vencían, así que decidimos entrar a Le Mazot. Mientras descifrábamos el menú con nuestro pobre francés y cero alemán, era inevitable que nuestra lengua boricua se soltara. “¿Ustedes son boricuas?”; alguien nos hablaba en español, era Marcela. Nuestra burbuja se llenó de la paz y la calidez de un idioma conocido. 

Con toda la seriedad del mundo yo escogía mi Rösti,  mi amiga escuchaba atenta y Marcela terminaba su almuerzo. Mujer brava e independiente que viajaba sola. Hace meses que había dejado su natal Argentina para conocer Suiza. Con los aeropuertos y fronteras cerradas ahora no tenía donde ir. La pandemia avanzando obligaba a cerrar los hostales, ya la habían desalojado de dos. Ahora buscaba llegar al consulado para pedir alojamiento. 

Yo con mis ojos fijos en su mirada, no podía sino admirar la tranquilidad y el temple con el que hablaba. Por menos que eso nuestros compañeros de viaje estaban aterrados. Todos “hablamos de libertad, pero cuando vemos alguien libre nos aterra”. En ese momento entendí ese refrán. Yo que me creía muy valiente y Marcela me llevaba seis vidas en ventaja con todo y su juventud.

Nos despedimos y ya no supe más de ella. Todavía me sorprende lo que un encuentro tan corto puede dejar en el alma de las personas. En este viaje que llamamos vida siempre será hermoso detenernos y conectar.  


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