El Facebook me ha recordado que un día como hoy enfrenté mis miedos. Bueno; uno de ellos, porque aún me quedan unos cuantos por atender.
Hace cuatro años crucé el Royal Gorge Bridge en Colorado; con un ataque de pánico en proceso, la compasión de familiares que, detrás de mí caminaban en contra de sus propios temores mostrando su apoyo; un cielo intensamente frío y soleado. Para muchos esto puede ser insignificante, pero cuando le tienes terror a las alturas; y por consiguiente a los puentes colgantes, el solo hecho de acercarte a la baranda es un deporte extremo.
“No mires hacia abajo”, me gritaba mi primo, pero era tarde; había mirado entre las tablas de madera del piso. A 1,200 pies debajo de mí, el Rio Colorado me decía “fluye”. Mi instinto no me permitió detenerme, a pesar de todo lo que venía con ese pensamiento. Sudando frío, con el corazón a mil, mis pies intentando llevarme, mi cara se sentía hervir y me costaba respirar. Yo solo me repetía una y otra vez, “no te detengas, no te detengas, no vas a parar”.
Así fue como vencí en menos de cinco minutos uno de mis miedos más grandes. Termine desplomándome en un banco al tocar tierra firme. Aire, agua, un helado; me recuperaba. Mi mente se rindió y las señales de pánico se disipaban. Nadie puede decirte como sobrellevar tus miedos. Solo tu alma sabe cuándo estás listo para enfrentarlos, escúchala e inténtalo.
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