Dicen los sabios que todas las respuestas están dentro de
nosotros mismos, ¿será cierto? Yo digo que sí, que ahí están. A través de los años, las altas, las bajas, las alegrías,
las tristezas, las decepciones y los eventos más afortunados; siempre que he
tenido que tomar decisiones trascendentales para mi vida las respuestas están ahí,
llegan a uno.
¿Cómo llegan las respuestas? Sencillo, a tu mente, llegan
con ese momento clave donde haces “click” con algo y todo tiene sentido, ese
instante donde como magia cambia tu visión de la situación. Por ejemplo, hacen
unas semanas luego de casi dos años de no querer aceptar que su novio realmente
no tenía ni amor, ni intenciones de casarse ni quería nada serio con ella; una
amiga a la que adoro, en segundos ante una reacción a una situación inesperada entendió
lo que por mucho tiempo familiares y amigos le venían diciendo. “Ahora lo
entiendo todo”, “al ver su reacción supe que no me amaba”.
¿Y cuando no llegan o no se entenderlas? A veces, en nuestra
tristeza, frustración o indecisión las respuestas llegan pero no estamos
alertas, abiertos a captar lo que el universo nos dice. Aun así tomamos
decisiones y es luego de tomada que viendo el resultado es cuando entendemos si
fue correcta o no. Por ejemplo, luego de haber pasado años de caos emocional en
el vaivén de dos relaciones sentimentales paralelas este chico se decidió a
cortar con una de esas relaciones. Lo pensó mucho, lo dudo mucho, ya al final
ni siquiera estaba seguro si era lo correcto hasta que lo hizo. Recuerdo sus
palabras “cuando vi su respuesta ante mi decisión entendí que había hecho lo
correcto y no había vuelta atrás”.
A eso le llamo yo, el momento del “click”, el momento donde
se rompe el vidrio para que veas con claridad, con más claridad. Y llega cuando
es el tiempo, cuando es el momento, cuando estás listo para cerrarse un ciclo,
que bien puede ser un trabajo, una relación, un negocio que debe terminar. Y ya
no hay dudas, ni lamentos, ni culpas…has llegado… no hay vuelta atrás.
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