lunes, 22 de mayo de 2017

# amor # lecciones

Lecciones aprendidas en el tren: Lo esencial es invisible a los ojos

Lo esencial es invisible a los ojos, pero las almas buenas, las mentes abiertas y los corazones nobles son capaces de ver cualquier cosa. En especial el alma de los niños, esos grandes maestros a los que debemos prestar más atención. 

Hace un par de días, mientras cabeceaba del sueño en un tren en medio de la ciudad de Nueva York, nuevamente el destino me puso de frente a una de esas lecciones que debemos repasar. Una familia mexicana con tres niñas entre las edades de 5 a 9 años. Fue inevitable para mí no fijarme, pues en casa somos también tres hermanas. 

Al final de un día de intensas caminatas para mí, de trabajo para otros pasajeros, todos cansados y aturdidos llegaron ellos. La familiaridad del idioma capturo mi atención, y claro, las niñas. Una familia de inmigrantes como muchas, luchando por una vida mejor. En medio de una ciudad tan dura como hermosa allí estaban ellas, jugando felices. De repente me percate que uno de sus juguetes era de cartón. Casi me cambio de lugar para poder fijarme en más detalle; pero no fue necesario ya que justo frente a mí se librero un espacio y papa sentó a dos de la niñas allí. 

Al parecer, papa le construyo en cartón a cada una de sus niñas un auto del tamaño de una rebabada de pan, ideal para acomodar unas figurillas miniatura de Moana, Poly Pocket, Elsa y otras. Un auto de cartón, con asientos, espaldar y hasta dibujos. Un auto de cartón un una época donde puedes comprar lo que sea por un par de dólares. Las niñas no paraban de reírse y jugar, estaban contentas, felices. La niña que parecía ser la más chica no paraba de decir mientras jugaba “hermanas vamos al auto de paseo, súbanse súbanse”. 

Fue inevitable pensar cuan sacrificado es  para los padres garantizar tantas cosas para sus hijos, salud, alimento, educación, diversión, valores entre otras cosas. Por experiencia propia, sé cuanta ansiedad puede darle a los padres el no contar con los recursos económicos para proveer lo que la sociedad entiende como “esencial” a los niños. Esos padres de seguro no pueden comprar tres veces el mismo juguete, uno para cada niña. De seguro que no se podrá siempre. Pero ellas, estaban felices con sus autos de cartón. El propósito se cumplía. Y pensé en mis padres, y todos sus sacrificios para que mis hermanas y yo tuviéramos lo esencial y un poco más. Y pensé en sus luchas, sus miedos, sus sueños que pasaron a segundo plano. Y entendí muchas cosas, muchas miradas, muchas lágrimas. 

Los niños y niñas no necesitan juguetes caros y ostentosos, juegos complejos o sofisticados para ser felices, lo que necesitan como prioridad es amor, amor que es lo esencial para cualquier ser humano. ¿Cuantas veces nos quejamos de lo que no tenemos? ¿Cuánto estamos dispuestos a hacer por cosas materiales no llenan nuestras almas? ¿Cuán apegados estamos a los bienes materiales que poseemos? ¿Cuánto codiciamos aquellos bienes que no podemos tener?; y al final ¿Qué pasará con todo eso que nos “lleno” de forma superficial? 


—Adiós —dijo el zorro—. He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos. —Lo esencial es invisible para los ojos —repitió el principito para acordarse. Antoine de Saint-Exupéry

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